A mediados de este año, Soledad Acuña presentó su libro “El día que ir a la escuela fue noticia”, que recupera sus principales experiencias al frente del Ministerio de Educación durante el 2020 y 2021.
La pandemia privó a los chicos de asistir a la escuela durante muchos meses. En ese tiempo se hizo evidente el rol que tienen las aulas en la sociedad. El factor social, psicológico, igualador y ordenador que tienen las escuelas, no puede ser reemplazado por las clases virtuales. Esto comenzó a verse con mayor claridad en la segunda mitad del 2020, cuando se demostró que la gran mayoría de los jóvenes no podían aprender de la misma manera que lo hacían antes. Además, los padres y madres comenzaron a expresarse públicamente, haciendo notar las dificultades por las que pasaban sus hijos al no poder asistir a clases presenciales.
La ministra vivió en primera persona esta situación. Tal como menciona en el capítulo 2: “Mi hijo siempre fue un chico muy social. Todos los días tenía un programa: visitaba a sus amigos o ellos venían a casa, tenía sus clases de fútbol y, claro, iba a la escuela. Ya no quedaba ningún indicio de esa cotidianidad. Y lo que era peor es que, con el tiempo, mi hijo ni siquiera me demandaba volver a todas esas actividades. Los chicos no salían, no se comunicaban. A Santi le regalamos un celular en febrero para su cumpleaños, pero entre varones no chateaban. Ni siquiera jugaba a la Play como antes”.
Esta fue la realidad de muchas familias, que comenzaron a valorar a la escuela como ese espacio en el que los chicos pueden encontrarse, no sólo con sus docentes, sino también con sus pares. En palabras de Soledad Acuña: “La catarsis estaba muy presente en las conversaciones. Las mamás que tenían varios hijos con tres Zoom distintos, con diferentes horarios y multiplicidad de tareas se la pasaban haciendo malabares para acomodarse con los horarios y las actividades de los chicos. En ese momento no lo sabía, pero las preocupaciones que yo sentía por Santi y que conversábamos con las mamás del colegio, eran las mismas de otras familias y de muchas escuelas”
Es por ello que durante los meses finales de ese año el Gobierno de la Ciudad luchó, junto con miles de padres, madres, docentes y alumnos, por la vuelta a la presencialidad en la educación.
A pesar de la oposición del gobierno nacional y algunos sectores partidarios, en diciembre del 2020 los chicos volvieron a la escuela. A su vez, en esos días se anunció que en 2021 se volvería a la presencialidad plena. Por primera vez, ir a la escuela fue noticia.
La vuelta a clases
Las primeras semanas, luego del reencuentro escolar, fueron muy importantes para iniciar un proceso de recuperación de la educación de los alumnos. Los docentes describieron que los chicos se mostraban felices y entusiasmados por volver a la escuela, pero que también respetaban los protocolos de cuidado.
Por otro lado, se buscaba que estos pudieran reactivar sus procesos de socialización. En este sentido, se incentivaron las actividades grupales, con el objetivo de reactivar vínculos e intercambios entre los jóvenes.
Además, era necesario recuperar los valores normativos que enseña la escuela. En otras palabras, los alumnos debían volver a incorporar acuerdos propios del espacio escolar, como la construcción de rutinas, organización de materiales y del tiempo, previsión de los plazos o anticipación a las fechas, por ejemplo. Para lograrlo, fue fundamental destinar tiempo a la recuperación de estos hábitos, que después necesitarán aplicar a lo largo de su vida.
Por otra parte, también era importante darle un espacio a las familias para que pudieran acompañar a sus hijos en su vuelta a las clases. Durante la pandemia, las madres y los padres tuvieron un rol indispensable para sostener a los chicos y guiarlos en las dificultades que se les pudieran presentar durante el aislamiento. Por eso se los incorporó, a través de numerosas reuniones antes y después de la vuelta a la presencialidad. A través de estas, se resolvieron dudas y se les explicó cómo se daría ese proceso.
Estas políticas fueron complementadas con otras, las cuales permitieron que de a poco, los chicos pudieran empezar a recuperar el tiempo perdido por el aislamiento. Esto fue gracias a que se volvió a pensar a la escuela en su rol como ordenador social, que permitió idear medidas destinadas a reconstruir estos factores que no podían enseñarse a través de las clases virtuales.