En su libro “El día que ir a la escuela fue noticia” Soledad Acuña cuenta los momentos vividos durante el inicio de la pandemia, tanto a nivel personal como laboral, y todo el esfuerzo puesto en su trabajo para volver a abrir las escuelas. El libro editado por la editorial Planeta fue publicado en mayo de este año.
En sus páginas, la ministra de Educación de Horacio Rodríguez Larreta asegura: “Las dificultades de la virtualidad fueron varias y ningún padre, docente o chico fue ajeno a ellas. Cuando el ministerio se encontraba prácticamente cerrado, sin la demanda constante de la escuela presencial, el equipo buscaba soluciones todos los días”.
En octubre de 2020, la especialista en Comunicación de UNICEF Natalia Calisti aseguró: “El coronavirus impactó fuertemente en los chicos, las chicas y adolescentes. Si bien no es una población tan vulnerable frente al virus como los adultos mayores, el COVID-19 modificó aspectos centrales de su vida como la educación y en sus emociones”.
El principal cambio en educación fue pasar de la presencialidad a la virtualidad. Esta fue la primera vez en la historia que se produjo un cambio tan amplio, significativo y repentino. Este cambio afectó no solo la forma de enseñar y aprender en ese momento, sino que también trajo aparejadas repercusiones a largo plazo.
¿Qué pensaban los estudiantes?
Sobre la transición a las clases virtuales, un estudiante de una escuela pública de la Ciudad de Buenos Aires en septiembre de 2020 afirmó: “Realmente voy a un colegio privilegiado. He podido seguir con mis estudios, he podido cumplir con mis materias, y con todas las evaluaciones pertinentes. Sin embargo, hay algo que a todos nos afecta y es el tema de la no presencialidad. Muchas veces la gente adulta dice que a nosotros nos molesta no poder ver a nuestros amigos. Me parece que esas personas tendrían que repensar el concepto de escuela. Quizás hace unos años una escuela era un centro educativo en donde un individuo iba para aprender de distintas cosas, pero ahora la escuela puede significar mucho más. Ahora la escuela puede significar también esa comida caliente que no podes tener en casa, ahora esa escuela también puede ser ese acompañamiento pedagógico que no te puede dar otra persona”.
Y agregó: “Entonces sin la presencialidad se pierde mucho más que solo sentarse en la escuela y no ver a mis amigos. Hay algo que está solo en la presencialidad. Está toda esa riqueza de estar con el otro, de aprender, de crecer, porque uno con el docente crece, y eso se perdió. Ahora solo vemos una foto del otro lado que a veces nada, no expresa lo que siente, no vemos nada de emoción”.
Por otro lado, en octubre del 2020, Google y UNICEF realizaron una consulta a chicos y chicas de entre 14 y 19 años para conocer qué pensaban y cómo se habían adaptado a la educación a distancia en el marco de la cuarentena. En esta encuesta, un 14% de los estudiantes valoró que muchos profesores se hayan contactado para preguntarles cómo se sentían. Además, el 36% destacó el trabajo de adaptación de los docentes a esta nueva forma de dar clases y un 17% resaltó los esfuerzos que hicieron los docentes para sostener su atención en las materias.
La virtualidad evidenció las desigualdades socioeducativas de los estudiantes
En el capítulo 6 de su libro, Soledad Acuña relata el momento en que descubrieron realmente cuál había sido el impacto de la pandemia: “Cuando terminamos de hacer el relevamiento, después del receso invernal, identificamos a 6500 chicos que habían quedado totalmente desvinculados de las aulas. El problema se extendía a todo el sistema educativo. De ese total, eran 1100 los que asistían a escuelas de gestión privada subsidiadas, específicamente aquellas ubicadas en los barrios más vulnerables”.
Los chicos más vulnerables eran los más afectados por la cuarentena y la pandemia. Aquellos que más necesitaban volver a la presencialidad. Esto mismo manifestó el Informe sectorial de educación que forma parte de la “Encuesta de Percepción y Actitudes de la Población. Impacto de la pandemia y las medidas adoptadas por el gobierno sobre la vida cotidiana de niñas, niños y adolescentes”, que realizó el equipo de UNICEF Argentina. En ese momento, Luisa Brumana, representante UNICEF Argentina aseguró: “El COVID-19 revela la necesidad de garantizar también los recursos necesarios para sostener el contacto entre las familias y las escuelas, especialmente en los contextos más vulnerables, para asegurar el sostenimiento y devolución de las actividades escolares, y también dar seguimiento a la situación emocional de los chicos”.