Teníamos entonces una nueva misión por delante para nuestro segundo mandato y eso determinó una serie de cambios hacia adentro. El trabajo en equipo es uno de los valores de nuestro estilo de gobierno porque estamos convencidos de que las transformaciones se producen con la colaboración y el involucramiento de cada una de las personas en sus funciones específicas. Reestructurar las funciones también requería una organización diferente, una nueva estructura de gobierno para llevar adelante los objetivos que nos planteábamos.
Para nosotros es vital la planificación porque estamos administrando bienes que no son nuestros y debemos hacerlo con responsabilidad, con objetivos claros y previsión a corto, mediano y largo plazo. Durante los primeros días de 2020, mientras estábamos definiendo los últimos detalles de la planificación, monitoreábamos de cerca nuestras escuelas de verano y estábamos en estado de alerta frente a la progresiva propagación del dengue en la ciudad. En ese entonces el coronavirus aparecía en forma de noticias lejanas y las autoridades sanitarias nacionales insistían en que no constituía una preocupación: «Hay una muy baja probabilidad de que llegue al país el coronavirus, es un virus circunscripto a China», declaró a principios de febrero el ministro de Salud de la Nación.
Seguíamos con el trabajo diario, que incluía el monitoreo de varias obras. Estábamos inaugurando escuelas del «Plan 54» que no habíamos terminado en la etapa anterior: el Jardín de Parque Patricios, la de Villa Olímpica, también la de la 21-24 donde hasta entonces poníamos colectivos para trasladar a los chicos a escuelas fuera del barrio. La construcción de nuevas escuelas permitió bajar a los chicos de los colectivos y que estudiaran en sus barrios. Proyectar, construir, habilitar y abrir escuelas es un enorme esfuerzo que se hace con el dinero de los contribuyentes. Por esa época inauguramos una gran cantidad de jardines y por eso armamos una serie de fiestas en la calle con una caravana dedicada a María Elena Walsh que se iba trasladando de un barrio a otro con shows y baile y canciones. Me acuerdo de aquellos días de verano, con cuarenta grados en la calle y yo bailando con una panza enorme, porque proyectar y construir escuelas es una obligación, pero inaugurarlas es siempre motivo de celebración para cada barrio donde llega una escuela.
Más allá de la satisfacción por las nueve mil vacantes que creamos con este plan, todavía quedan cosas por hacerse. Nosotros queríamos, aún queremos, universalizar la sala de tres años, y por ese motivo cada jardín que construimos tiene contemplada esta sala porque es fundamental para nosotros garantizar la escolaridad a una edad lo más temprana posible. Los treinta jardines que construimos con este plan tienen sala de tres y son edificios hermosos, diseñados como espacios flexibles, con equipamiento y dispositivos tecnológicos de vanguardia. La cuestión es que con cada escuela nueva que abrimos se produce un fuerte traslado desde el sistema privado al público y también la incorporación de una matrícula significativa de chicos que vienen desde provincia a estudiar a la Ciudad. Buenos Aires sigue creciendo y estamos recibiendo una gran cantidad de inmigración de países vecinos, y prueba de esto es que, en solo un año, se ocuparon cuatro mil vacantes con los hijos de migrantes venezolanos. Por eso, aunque parece que nunca alcanza, seguimos trabajando en nuestro objetivo de universalizar la sala de tres.
Todos los estudios muestran que cuando la escolarización comienza a temprana edad, los chicos tienen mejores resultados a lo largo de su trayectoria escolar: mientras más pequeños comienzan, mejor les va. Y mi insistencia con el pronto comienzo es también una política de género, porque cuantos más lugares de cuidado existan para los chicos, más oportunidades de trabajo tendremos para las mujeres y más posibilidades para su desarrollo. Los jardines son escuelas y también espacios de cuidado que se convierten en perspectiva de proyección personal para las mujeres, que pueden trabajar o seguir estudiando mientras sus hijos están en la escuela. También la evidencia nos muestra que a mayor nivel educativo de las madres, mejor es el resultado de las trayectorias educativas de los chicos. En los barrios más vulnerables, esto se traduce en una cuestión de tiempo disponible, un tiempo ganado para sí mismas por aquellas mujeres que, como sabemos, son las que están mayoritariamente al cuidado del hogar. Me acuerdo siempre de algo que me dijo hace años Esteban Bullrich cuando me convocó a trabajar en el ministerio de Educación: «Invertimos un montón como Estado pero no estamos teniendo el resultado que necesitamos, que es igualar las diferencias de origen. Necesito que revises estas políticas». A partir de un fuerte trabajo en el territorio y un relevamiento de experiencias internacionales volví a él con una propuesta:
—Lo primero que tenemos que hacer es garantizar que las madres terminen el secundario.
Y sobre eso empezamos a diseñar políticas públicas concretas que seguí profundizando cuando me tocó estar a cargo del ministerio. La educación de adultos fue creciendo año a año y eso fue el producto de un relevamiento en el territorio, un diagnóstico preciso y una planificación exhaustiva de políticas muy puntuales. Una de ellas fue la de «Ventanilla única», y la llamamos así porque son espacios de consulta personalizados, ya que cada caso es único. Las ventanillas únicas son espacios donde las personas se acercan y le cuentan a alguien su propia historia de vida: «Dejé la escuela en tal grado, me falta tal cosa, tengo tal papel pero no tengo el otro, trabajo tantas horas, tengo tantos hijos, vivo en tal lado». No siempre se valora lo suficiente ese intercambio entre dos personas, esa situación de escucha atenta a situaciones y problemas concretos que es la que nos permite diseñar políticas específicas, a medida de los vecinos. De esas conversaciones sale, cada vez, algo así como un traje a medida. Porque cada persona tiene necesidades diferentes y para eso delineamos distintas modalidades: tenemos una oferta que es toda virtual, otra presencial, la posibilidad de hacerlo combinado, hay personas que pueden ir algunos días a la semana, algunos que necesitan acompañamiento y otros que no. Es decir, pensamos un sistema que facilita el acceso y ofrece alternativas reales para personas de carne y hueso con situaciones únicas, no estandarizadas. Esta política es solo un ejemplo de un modo de gestión educativa que se inició hace años y contempla a la totalidad de los actores involucrados. El entorno familiar es fundamental para el aprendizaje y está comprobado que, a mayor nivel educativo de los padres, mejoran considerablemente las oportunidades educativas de sus hijos. Esto se hizo evidente con el cierre de las escuelas porque dejó a la vista que las inequidades de origen se pueden equilibrar con los chicos en las aulas, no encerrados en sus casas o deambulando por el barrio.