Introducción

En la vida, no hay nada que temer, solo hay que comprender. Ahora es el momento de entender más, de modo que podamos temer menos

Marie Curie

Una vez alguien me dijo que las cosas más importantes en la vida pasaban todas al mismo tiempo.
A principios de 2020, cuando el Gobierno nacional decretó lo que sería una de las cuarentenas más largas del mundo, yo empezaba mi licencia por maternidad. Estaba embarazada de mi segundo hijo y había comenzado hacía tres meses mi segunda gestión como ministra de Educación de la Ciudad.
Si alguien en ese momento me decía que iba a pasar todo lo que vino después, no le hubiera creído.
Creo profundamente que entender nos salva del miedo y nos permite estar mejor preparados para cualquier desafío.
Hoy, dos años después de aquel primer momento, escribo esto para entender todo lo que pasó. Este libro es parte de un proceso de aprendizaje que todavía no termina y un recordatorio de que todas las determinaciones que tomemos de ahora en adelante tienen que estar atravesadas por esta experiencia.
A lo largo de este libro repaso todos los momentos desde el cierre de las escuelas en marzo de 2020 hasta lograr la presencialidad plena en agosto de 2021.
También aparecen las voces de docentes, familias y estudiantes que cuentan desde su perspectiva los desafíos y cómo vivieron ese tiempo inédito.

Pasaron tantas cosas que todavía me cuesta creer que fueron solo dos años. Todo empezó con la decisión del Gobierno nacional de implementar el aislamiento social preventivo y obligatorio a comienzos de marzo de 2020. De un día para el otro, la vida tal como la conocíamos se terminó. El trabajo, la escuela, los ratos de ocio, todo quedó confinado dentro de nuestras casas.
Hubo un momento en el que sentí como nunca antes esa dualidad entre lo que vivía como mamá dentro de casa y las decisiones que tenía que tomar afuera como ministra. Veía cómo mi hijo mayor se iba apagando de a poco, a medida que pasaban los días sin salir de casa, sin ver a los amigos, sin ir a la escuela. En ese momento, entendí que las medidas que estábamos tomando como Gobierno no eran suficientes.
Y con el paso de los meses nos dimos cuenta de que las primeras reacciones ante la emergencia tenían que dar paso a respuestas más integrales.
A mediados de 2020 hicimos una primera encuesta que marcó un punto de inflexión en nuestra mirada de la cuarentena: los resultados nos mostraron el daño profundo que estaba teniendo la falta de clases en los estudiantes. En sus aprendizajes, pero sobre todo en su bienestar emocional.
Había una pandemia que corría silenciosa para ellos, y los adultos no habíamos frenado a escuchar qué les pasaba.
Así, desde el Gobierno de la Ciudad empezamos a poner sobre la mesa un debate que tardó demasiado en materializarse: ¿Cómo hacemos para devolverles sus espacios de aprendizaje y socialización? La respuesta era cada vez más clara: había que volver a la escuela.
Con el paso del tiempo, las familias se empezaron a involucrar más y se animaron a presionar y exigirnos una solución urgente. Porque la escuela también es un ordenador social, y en ese momento algunas actividades ya comenzaban a tener aperturas pero nuestros hijos seguían sin poder salir de casa.
Desde el Estado teníamos la responsabilidad de aliviar la carga que estaban teniendo las familias, sobre todo las mujeres. Porque durante la cuarentena, cada diez personas que quedaban a cargo del cuidado de los chicos y del acompañamiento de las tareas escolares, nueve eran mujeres.
Por ellas, por nosotras, redoblamos los esfuerzos y nos pusimos como objetivo comenzar 2021 de forma anticipada y con la mayor presencialidad posible: todos los chicos, todos los días en la escuela.
Fue un proceso largo, donde se pusieron en juego dos miradas y dos formas de gestionar diferentes, con grandes desencuentros, mensajes sin responder y muchas idas y vueltas. Pero nuestro objetivo era muy claro, y después de mucho trabajo pudimos cumplirlo.
Los efectos de la pandemia aún no los conocemos en profundidad, pero sabemos que requieren soluciones pensadas a largo plazo y que puedan sostenerse en el tiempo.
Y que la clave para afrontar los desafíos que tenemos por delante en materia educativa es seguir manteniendo la alianza que logramos construir entre el Gobierno, las familias y las escuelas.


Hubo un tiempo hace no mucho en el que no podíamos salir a la calle. Que las puertas de los comercios estaban cerradas.
Que nos decían que había un virus que podía quedar en la ropa, en los zapatos, en los paquetes de yerba y contagiarnos.
Hubo un tiempo hace no mucho en el que todas las escuelas se cerraron y los estudiantes de todo el país se quedaron sin volver a sus aulas durante casi un año.

Dicen que lo que no se nombra no existe. Necesitamos como sociedad entender cuánto atravesamos y, sobre todo, dónde nos equivocamos para evitar repetir los errores. Recapitular todo lo que vivimos para que, de acá en adelante, nunca más volvamos a resignar las libertades y la educación por temor y por no entender.

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