La dirección de Soledad Acuña al frente del Ministerio de Educación de la Ciudad de Buenos Aires ha sido un recorrido marcado por numerosos desafíos. Entre 2020 y 2021, surgió uno de los retos más significativos de su gestión, derivado de la pandemia del Covid-19.
Este escenario inédito sometió a prueba no solo la capacidad de adaptación de los sistemas educativos, sino también planteó cuestionamientos cruciales sobre cómo equilibrar la seguridad sanitaria con la esencial necesidad de educación presencial.
Desde el principio, la Ministra Soledad Acuña, en conjunto con el resto de las áreas del Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, abogaron por la reapertura de las escuelas, argumentando que, con protocolos de seguridad adecuados, era factible garantizar un entorno educativo seguro.
Esta postura, aunque no estuvo exenta de desafíos, enfrentó la oposición de sectores que veían como arriesgado el retorno a las aulas. Sin embargo, la Ministra mantuvo su convicción de que cada día de clases cuenta y que la presencialidad es esencial para el desarrollo integral de los estudiantes.
La experiencia acumulada durante este periodo se plasmó en el libro «El día que ir a la escuela fue noticia». Esta obra no se limita a ser una mera crónica de eventos, sino que representa una profunda reflexión sobre los desafíos, los aprendizajes y la resiliencia del sistema educativo ante una crisis global sin precedentes.
LAS LECCIONES APRENDIDAS EN LA PANDEMIA
Uno de los aprendizajes clave que surgió de esta experiencia única fue la importancia trascendental de la asistencia diaria a la escuela. En un contexto donde las clases virtuales se presentaron como una alternativa, Acuña argumentó que la presencialidad no solo implica la transmisión de conocimientos, sino que también es crucial para el desarrollo social y emocional de los estudiantes.
El libro resalta la firmeza de la postura de Acuña quien mantuvo la apertura de las escuelas como una prioridad gubernamental. Sostenían que, con la implementación de protocolos y medidas de seguridad rigurosas, era posible mantener las aulas abiertas sin poner en riesgo la salud de los estudiantes y docentes. Esta convicción se mantuvo constante a lo largo de la pandemia, incluso en momentos de presiones y críticas.
LA RECUPERACIÓN DEL TIEMPO PERDIDO
La suspensión temporal de las clases presenciales no solo representó una interrupción en la adquisición de conocimientos, sino también en otros aspectos fundamentales de la experiencia educativa, como el juego, la socialización y el apoyo emocional. Acuña reconoció este impacto y abordó la necesidad de recuperar el tiempo y los aprendizajes perdidos.
Una estrategia clave fue la extensión del calendario escolar, con 192 días de clases en lugar del mínimo requerido de 180. Esta medida se prolongó hasta el año 2022, evidenciando un compromiso continuo con la recuperación de la normalidad educativa. Además, se implementaron los Centros de Acompañamiento a las Trayectorias Escolares (CATE), diseñados para respaldar a los estudiantes que necesitaban reforzar aprendizajes esenciales.
Estos centros, operando incluso los sábados, proporcionaron un espacio adicional para la recuperación y el apoyo educativo. Cada escuela evaluó las necesidades específicas de sus estudiantes, diseñando estrategias personalizadas para abordar las brechas en el aprendizaje. Este enfoque personalizado fue esencial para recuperar no solo el contenido curricular perdido, sino también para atender las necesidades individuales de los estudiantes.
REFLEXIONES EN “EL DÍA QUE IR A LA ESCUELA FUE NOTICIA”
El libro de Soledad Acuña va más allá de ser un testimonio de eventos. Es un compendio de reflexiones profundas sobre la importancia de la educación, la resiliencia en medio de la adversidad y la búsqueda constante de soluciones innovadoras. La ministra destaca cómo cada día de clases cuenta y cómo la presencialidad en las aulas no solo es una cuestión académica, sino una piedra angular para el desarrollo integral de los estudiantes.
La experiencia de Soledad Acuña como ministra de Educación durante la pandemia del Covid-19 es un testimonio de liderazgo resiliente y compromiso inquebrantable con la calidad educativa. A través de desafíos sin precedentes, Acuña y su equipo han sentado las bases para una educación más sólida y adaptativa, demostrando que, incluso en tiempos de crisis, el valor de cada día de clases nunca debe subestimarse.