«El día que ir a la escuela fue noticia» es un libro escrito y publicado por Soledad Acuña, Ministra de Educación de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires desde 2015. A lo largo del mismo, Acuña recorre el camino transitado durante la pandemia, cuando las escuelas de todo el país cerraron sus puertas, por decisión del ejecutivo nacional. En esos meses, el Gobierno de la Ciudad, trabajó en propuestas que permitieran abrir las aulas y reestablecer las clases presenciales. Tal como menciona la Ministra, las posturas contrapuestas sobre la presencialidad en las aulas del gobierno porteño y el gobierno nacional, pusieron en el centro del debate dos modelos de gobierno.
Esto se refleja de manera muy clara en los diversos capítulos de “El día que ir a la escuela fue noticia”, en los que Soledad Acuña cuenta con detalle las conversaciones que mantuvo con el Ministro de Educación de la Nación y de la Provincia de Buenos Aires, así como con otros funcionarios de los distintos niveles de gobierno.
En el primer capítulo del libro, Soledad Acuña retrotrae su conversación con el Ministro de Educación Nacional, luego de que se decidiera suspender las clases presenciales en todo el país. La Ministra explica que mientras escuchaba a los funcionarios del Gobierno Nacional que intentaban fundamentar su decisión de cerrar las escuelas, afectando a millones de estudiantes en todo el país, pudo vislumbrar claramente el panorama que se esperaba.
De este modo, afirma que le dijo: «¿Te das cuenta de que no regresaremos hasta septiembre? La enfermedad se propaga con el frío y aún no hemos llegado al otoño”. Seis días después, las medidas de aislamiento entraron en vigor y la sociedad permaneció encerrada durante meses. La Ministra, que iniciaba su licencia de maternidad, por el nacimiento de su hijo, debía dejar el ministerio con más incógnitas que certezas. No obstante, la única certeza que tenía era que los niños no asistirían a la escuela el siguiente lunes, ni el siguiente, ni el siguiente después de ese. Asimismo, explica que en ese entonces sólo pensaba en cómo iban a recuperar lo que inevitablemente se perdería.
En el capítulo 6, titulado “Los 6500”, Soledad Acuña explica que en la segunda mitad del 2020, el Gobierno porteño se encontraba finalizando los detalles del programa que permitiría retornar a la presencialidad de manera segura y ordenada. En este sentido, las áreas del Ministerio estaban avanzando en la puesta en marcha de diversos protocolos para recuperar el vínculo de los chicos con su escuela, al mismo tiempo que se planificaba la vuelta a clases presenciales.
No obstante, Soledad Acuña explica que la respuesta del entonces Ministro de Educación de la Nación fue contundente: “La respuesta no se hizo esperar. «Ante la propuesta del gobierno porteño de reabrir las escuelas, desde el ministerio de Educación de la Nación consideramos que no están dadas las condiciones epidemiológicas», escribió Trotta en su cuenta de Twitter. Otro paso en falso; el conflicto se magnificaba sin motivo aparente. Una serie de idas y vueltas comenzaron a tensar la relación durante las semanas siguientes”.
Por otro lado, expresa: “Sentía que teníamos que despertarnos de la somnolencia en la que estábamos para dar un debate sobre el bienestar integral que incluyera a la educación. Había que encontrar un hueco para sortear las barreras de la resolución del Consejo Federal. La prioridad era destrabar la discusión epidemiológica para conseguir que Nación aprobara nuestro protocolo. Para eso, teníamos que lograr sentarnos en la misma mesa con los equipos de Salud. Nos llevó mucho tiempo hasta que logramos coordinar una reunión con Trotta, Fernán y Ginés González García. Nosotros necesitábamos parámetros claros para planificar las actividades educativas. Ellos estaban intentando ganar tiempo para dilatar las decisiones que debíamos tomar”.
Sin embargo, explica que la sociedad comenzó a hacerse escuchar, reclamando por la vuelta a la escuela de los/as chicos/as: “Las familias y los estudiantes comenzaron a despertarse. En un principio tímidamente, pero muy rápido se destapó la olla: querían un plan de regreso a las clases presenciales. La ciudadanía empezó a tener una voz propia y ya no había vuelta atrás (…) Lo peor que podíamos hacer era imponer normas que no se cumplieran. Nuestra postura era que teníamos que acompañar con medidas lo que se daba espontáneamente en la sociedad. Con las escuelas pasaba algo similar. La movilización social y la presión de los medios forzaba al Gobierno nacional a habilitar una salida. Solo era cuestión de tiempo”.