En marzo del 2020, las escuelas de todo el país tuvieron que cerrar sus puertas por decisión del gobierno nacional. En aquel entonces, la pandemia del Covid-19 se hacía presente, obligando a los gobiernos a tomar medidas de prevención para contener los contagios. La Ministra de Educación de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Soledad Acuña, se opuso a la suspensión de la presencialidad desde marzo debido a que aún faltaban tres meses para la llegada del invierno, por lo que los chicos y las chicas no podrían volver a la escuela hasta la segunda mitad del año.
A pesar de eso, y de que el acuerdo entre el gobierno nacional y las provincias había sido sostener las clases presenciales el mayor tiempo posible, finalmente las aulas cerraron desde marzo por decisión unilateral del gobierno nacional. Luego de eso, Soledad Acuña y Horacio Rodríguez Larreta trabajaron en conjunto con el gobierno de la Ciudad para garantizar el regreso a la escuela lo antes posible.
En 2022, Soledad Acuña recopiló los principales momentos de su gestión durante la pandemia, entre 2020 y 2021, en su libro titulado “El día que ir a la escuela fue noticia”. A lo largo del mismo, la Ministra narra su experiencia y ofrece una reflexión sobre la manera de gestionar y sobre el futuro de la educación y la política en general.
Tal como cuenta Soledad Acuña en su libro, la pandemia puso en evidencia el rol de institución ordenadora de la vida social que cumple la escuela en cada sociedad. En este sentido, se expresa que con el correr de las semanas, la virtualidad demostró que las clases presenciales no pueden reemplazar la enseñanza que se da de forma presencial en las aulas.
Tanto los/as chicos/as como los/as docentes y las familias de a poco comenzaron a pedir por el regreso a la presencialidad, a pesar del contexto sanitario. Asimismo, las investigaciones demostraron que las clases presenciales no impactaban en la difusión de los contagios de covid-19, ni implicaban un riesgo para los/as alumnos o los/as docentes.
Finalmente, en los meses finales del 2020, el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires logró reabrir las escuelas y establecer la presencialidad plena para 2021. En ese momento, se hizo necesario recuperar los meses perdidos y los aprendizajes, para volver a los niveles previos a la pandemia. Esta pérdida causada por la tragedia educativa que significó el cierre de escuelas, sólo podría recuperarse con un aumento de tiempo escolar. Era fundamental sumar más horas de clase, y más oportunidades para que los/as jóvenes pudieran recuperar aprendizajes y acreditarlos.
La importancia de las clases presenciales
El contacto directo entre estudiantes y docentes fomenta una comunicación más efectiva. Durante las clases presenciales, los estudiantes pueden hacer preguntas, participar en discusiones y recibir retroalimentación inmediata de sus docentes. Esta interacción facilita un mejor entendimiento de los conceptos y una mayor claridad en la explicación de los temas. Además, se promueve el desarrollo de habilidades sociales, como el trabajo en equipo y la comunicación interpersonal, que son fundamentales en la vida cotidiana y en el entorno laboral.
Por otro lado, las clases presenciales ofrecen un entorno de aprendizaje estructurado y disciplinado. El aula, ayuda a generar un ambiente de respeto y disciplina, lo que contribuye a un entorno de aprendizaje efectivo y ordenado. Los docentes también pueden identificar rápidamente las necesidades individuales de los estudiantes y adaptar su enseñanza en consecuencia.
Otro aspecto importante es el apoyo emocional y social que se brinda en las clases presenciales. Los estudiantes tienen la oportunidad de interactuar y establecer relaciones con sus compañeros, lo que promueve un sentido de pertenencia y apoyo mutuo. Además, los docentes pueden detectar rápidamente cualquier dificultad emocional o académica que pueda estar afectando a los estudiantes y brindarles el apoyo adecuado.
Por último, las clases presenciales ayudan a fomentar la responsabilidad y la disciplina en los estudiantes. El tener que asistir a la escuela regularmente y cumplir con los horarios establecidos les enseña la importancia de la puntualidad, la organización y el compromiso. Estas habilidades son transferibles a otras áreas de sus vidas y les brindan una base sólida para su futuro personal y profesional.