La Ministra de Educación de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Soledad Acuña, propone en su libro “El día que ir a la escuela fue noticia”, una reflexión sobre el sistema educativo. A lo largo del mismo, Soledad Acuña cuenta cómo fue el proceso para reabrir las escuelas durante la pandemia del Covid-19, detallando su experiencia personal, tanto en las conversaciones con otros funcionarios del gobierno de la Ciudad y de la Nación, como también con miembros de la sociedad.
En este sentido, explica que una de los principales cambios que produjo la pandemia fue el rol de las familias en la comunidad educativa. A lo largo del capítulo 7 del libro, titulado “Padres Organizados”, Soledad Acuña explica que en 2020, cuando las escuelas aún estaban cerradas y el gobierno nacional comenzaba a habilitar otras actividades, los padres y las madres comenzaron a movilizarse para elevar el reclamo por la vuelta a las aulas. Fue así como “Padres Organizados” publicó una carta exigiendo la apertura de las escuelas en todo el país. A partir de esto, comenzaron a multiplicarse las voces que pedían por retornar a la presencialidad, incluyendo no sólo a las familias, sino también a expertos en diversas áreas tales como educación, científicos, epidemiólogos, referentes de derechos humanos, docentes, directores de escuelas, entre otros.
Soledad Acuña, quien estuvo involucrada en el desarrollo de diferentes estrategias para recibir con seguridad a los niños y adolescentes de regreso a las aulas, se puso rápidamente en contacto con los «Padres Organizados» para solicitar su opinión y transmitir sus peticiones con el fin de facilitar el regreso a la escolarización presencial.
Por otra parte, en el capítulo 8 del libro la Ministra de Educación de la Ciudad de Buenos Aires recoge las voces de las familias, para que pudieran ser escuchadas.
De este modo, expresa: “En un momento en que el discurso imperante giraba en torno a la amenaza sanitaria, fueron algunas madres y padres los que comenzaron a cuestionar, a pensar, a buscar información. ¿Por qué los chicos tenían que seguir encerrados? ¿Qué indicaba la experiencia internacional? En el capítulo anterior conté cómo conocí a Padres Organizados y lo que significó para mí ver que la ciudadanía se organizaba para pedir por los estudiantes. Aquí, las voces de estas mujeres dan testimonio de lo que vivieron con sus hijos hacia dentro de sus casas”.
El de María José Narvajas es el primer testimonio que aparece en el capítulo. En este sentido, explica cómo se fundó Padres Organizados, la posterior publicación de la carta. Asimismo, explica que Soledad Acuña fue la primer autoridad pública que se contactó con ellos: “Entonces me llegó a mi mail personal —porque aún no habíamos abierto el mail de Padres Organizados— la invitación para tener una reunión con Soledad. Ese fue el primer contacto con alguna autoridad. No lo teníamos pensado, así que en ese momento nos preguntamos: «¿Qué hacemos? ¿Qué planteamos?». Teníamos la aspiración de que este tema no cayera en la grieta, de que no se politizara o partidizara, pero al mismo tiempo para mí era clave dialogar con las autoridades. Porque, más allá de lo que aparecía en los diarios, no había información sobre qué iba a pasar. Entonces mi planteo fue: «Sí, vayamos, hablemos con la ministra para que nos diga cuáles son los escenarios que están manejando para resolver la vuelta»”.
A su vez, explica que la organización fue creciendo, y mantuvo los contactos con el Gobierno de la Ciudad, lo cual fortaleció el pedido por la vuelta a la escuela.
En su opinión, la inclusión de las familias en la toma de decisiones sobre la educación, tuvo un rol esencial: “Había mucha gente que estaba pensando lo mismo que nosotros, muchos padres que no encontraban la manera de salir a expresarlo porque era una situación absolutamente inédita y no hay gremios, no hay sindicatos de padres para reclamar. Por eso creo que la aparición de la voz pública de los padres fue fundamental”.
Soledad Acuña, por su parte, explica que una de las grandes transformaciones que dejó la pandemia, fue que las familias asumieron un rol mucho más importante en las políticas educativas. Cuando se hizo evidente el rol como ordenador social que tiene la escuela, los madres y los padres comenzaron a involucrarse con mayor presencia para exigir más a los gobiernos, para que los chicos y las chicas tuvieran más oportunidades de crecimiento.