En mayo de este año, Soledad Acuña publicó sus memorias del inicio de la pandemia en formato libro. Lo tituló El día que ir a la escuela fue noticia y en sus páginas volcó todos sus recuerdos de cómo había vivido el inicio de la pandemia y la cuarentena, el final de su embarazo y el nacimiento de su segundo hijo, y todos los vaivenes que sucedieron en el Ministerio de Educación porteño para lograr que los chicos siguieran aprendiendo y para poder volver a abrir las escuelas.
En el capítulo 7, la ministra de Educación de la Ciudad de Buenos Aires relató el momento en que, en medio de la cuarentena, el Gobierno nacional comenzó a encontrar resistencia en la sociedad: “Llegó un momento en el que el discurso oficial se dio de bruces con la realidad. En la sociedad existía una demanda latente que no obtenía respuesta”.
Viendo como el encierro afectaba a sus hijos, los padres y madres comenzaron a organizarse para reclamar por la reapertura de las escuelas. En las páginas del libro, Soledad Acuña también cuenta que, más allá de su rol como ministra, como madre también notó que su hijo mayor comenzaba a sufrir por el largo encierro, y que había que hacer algo.
Victoria Baratta fue una de las primeras en reclamar por la reapertura de las escuelas, junto con otros padres y madres fundaron Padres Organizados, una organización que reclamaba por la educación presencial de sus hijos. Por esos días, Victoria explicaba: “Cuando más sufro es cuando veo triste a mi hija. Con esto de las escuelas cerradas aprendí mucho sobre lo importante del jardín y lo clave que es intervenir en la primera infancia”.
Y agregó: “También nos movilizamos porque sabíamos lo que pasaba en las clases no privilegiadas. Íbamos a los barrios y las madres nos decían que necesitaban que sus hijos estén en la escuela porque el peligro estaba en la calle”.
Este grupo de padres y madres publicó en septiembre de 2020 una carta abierta en donde manifestaban la urgencia de volver a abrir las aulas, porque los chicos no solo estaban perdiendo aprendizajes, y la socialización con sus pares, sino también que la evidencia les demostraba que el encierro estaba haciendo que la salud física y emocional de sus hijos se deteriorara.
Soledad Acuña relata que rápidamente las adhesiones a ese pedido se multiplicaron: “Reconocidos epidemiólogos, referentes de derechos humanos, científicos, docentes, cientistas sociales, directores de escuela, especialistas en educación, pediatras, psicólogos, economistas y diversos profesionales apoyaron la petición. Miles de familias en todo el país se animaron por primera vez a expresar una necesidad que ya no podía seguir sin respuesta: las escuelas tenían que ser lo primero en abrir. De repente, todo el mundo hablaba de Padres Organizados”.
Este grupo de familias comenzó a manifestarse en distintos lugares públicos, como la sede del Ministerio de Educación de la Nación, el Palacio Pizzurno, en Recoleta, o en la Quinta de Olivos, la principal residencia oficial del presidente de la Nación.
“Somos padres y chicos que estamos reclamando un derecho de la Constitución y creemos que la educación es esencial. No es una protesta, es un pedido de padres organizados que piden que sus hijos vuelvan a clases presenciales, es una necesidad. Queremos que termine todo esto”, explicó uno de los organizadores, Fabián, a uno de los medios de comunicación más importantes.
Daniel, otro de los organizadores, aseguró: “Muchos chicos han perdido mucho por no estar presentes en los colegios y con sus maestros. No puede ser que en todos los países que cortaron las clases presenciales fueron por 15 días o un mes y nosotros no. Hay estudios claros que indican perfectamente que los chicos no son vectores de contagio y que las escuelas no son focos de contagio”.
Al final de la historia, el rol de padres y madres que se organizaron para reclamar por los derechos de sus hijos fue determinante en la reapertura de las escuelas. En la Ciudad de Buenos Aires, las revinculaciones comenzaron hacia fines de 2020 en espacios abiertos. La ministra Soledad Acuña aseguró en diversas ocasiones que para revertir los efectos de la pandemia se necesita un plan de por lo menos tres años de medidas extraordinarias. En este sentido, en 2021 las clases comenzaron anticipadamente con el objetivo de recuperar los aprendizajes perdidos. Lo mismo sucedió este año, y para el año que viene se prevé un calendario escolar extendido. Estas son solo algunas de las medidas tomadas en la Ciudad de Buenos Aires para revertir los efectos de la pandemia en los aprendizajes de los chicos.