“El día que ir a la escuela fue noticia” narra como la pelea por la presencialidad que encabezó el gobierno de Larreta y que lideró la ministra de Educación, Soledad Acuña, no hubiera sido posible sin el rol de las familias de la Ciudad, quienes exigieron respuestas.
La pandemia que ocasionó el COVID-19 afectó e impactó de una manera u otra a todo el mundo. Vimos cómo en poco tiempo la emergencia empezó a afectar todos los aspectos de nuestra vida: la salud, el trabajo, la higiene, la forma de vincularse con otras personas. Hubo un tiempo donde tuvimos que encerrarnos en nuestros hogares, quienes podíamos, mientras otros seguían con sus actividades en un contexto totalmente diferente. La educación no fue la excepción.
Como cuenta Soledad Acuña en su libro, la educación sufrió una transformación profunda e incontenible: las aulas se instalaron en el interior de las viviendas y las familias tuvimos que asumir nuevos roles que alteraban y modificaban la rutina y organización familiar. Así, la realidad volteó el tablero e impuso una nueva realidad para la educación. Los estudiantes, junto al apoyo de sus familias, tuvieron que trabajar para encontrar sus tiempos de aprendizaje, realizar las tareas, descubrir nuevas formas de vincularse con sus compañeros y con sus docentes, entre otras tantas cosas.
Todo esto sucedía en un país totalmente heterogéneo como el nuestro y en un contexto de mucho miedo e incertidumbre. Además, la Argentina fue uno de los países con el aislamiento más extenso del mundo y como consecuencia de ello, tuvo un prolongado cierre de las escuelas en todo el país.
Junto con el equipo del Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, y con el apoyo inmensurable de todas las personas que forman parte del Ministerio de Educación de la Ciudad y la comunidad educativa, trabajamos desde el primer día en que se decretó el aislamiento para generar las condiciones necesarias para que a los y las estudiantes se les garantice el derecho a la educación y para que el regreso a las aulas en instancias de presencialidad llegue lo antes posible.
El 14 de octubre de 2020 las escuelas de la Ciudad abrieron sus puertas y los estudiantes pudieron comenzar a participar de espacios de revinculación. La propuesta buscaba que los alumnos y alumnas pudieran contar con un espacio de encuentro con sus compañeros y docentes, para reforzar contenidos y para promover entornos cuidados donde los chicos y chicas pudieran vincularse con sus pares.
Finalmente, en febrero de 2021 las escuelas de la Ciudad regresaron a la presencialidad de manera anticipada y de forma segura, con estrictos protocolos sanitarios y con un exigente calendario académico que permitiera recuperar los aprendizajes perdidos a causa de la pandemia.
Para la Ciudad la educación es una prioridad. Los chicos necesitaban volver a su vida normal, no solo porque sus procesos de aprendizaje se estaban viendo afectados, sino también, y sobre todo, por su salud integral. Pero no podían hacerlo sin la decisión de los adultos. Se necesitaba de una decisión política basada en evidencia. Así, además de contar con los datos empíricos, desde el Ministerio de Educación se realizaron procesos participativos con las familias y los y las docentes, con el objetivo de escuchar sus preocupaciones y expectativas para el ciclo lectivo 2021.
La convocatoria fue abierta a todas las familias de la Ciudad de Buenos Aires con hijos e hijas en edad escolar. Se inscribieron más de 1.000 familias para participar de los encuentros y pudimos intercambiar opiniones con 441 familias que se sumaron a las reuniones. Sus aportes fueron fundamentales para trabajar en la mejor manera de regresar a las aulas en un contexto donde aún reinaba la incertidumbre. Las familias destacaron la necesidad de que los chicos y chicas vuelvan a las escuelas, no solo por el desarrollo de su trayectoria pedagógica sino para salvaguardar su salud emocional. Plantearon propuestas para que los espacios dentro de la escuela garantizarán las medidas de higiene y seguridad, y así preservar la salud de toda la comunidad educativa.
El rol clave de las familias
Las familias cumplen un rol esencial en la educación de sus hijos e hijas. Hay evidencia que demuestra cómo se benefician las trayectorias de los y las estudiantes cuando la familia se involucra en el proceso pedagógico.
La pandemia puso sobre la mesa la centralidad de las familias en los procesos educativos, como evidencia el libro de la ministra de Educación porteña. Fueron ellas quienes, desde sus hogares, acompañaron a los niños, niñas y jóvenes con sus actividades durante la suspensión de las clases presenciales. La educación remota implicó un enorme desafío para las familias y sus dinámicas. En medio del miedo, la emergencia sanitaria y el aislamiento, muchísimas personas tuvieron que cumplir con la tarea de acompañar a los y las estudiantes. La educación entró en los hogares de todas las personas, vieron de cerca lo qué aprendían sus hijos e hijas, cómo estudiaban, y también qué enseñaban sus docentes. Lo que empezó siendo un apoyo por parte de las familias para ayudar a los chicos y chicas a cumplir con sus actividades educativas y sobrellevar una situación nueva y angustiante, le siguió la preocupación por las dificultades en los aprendizajes por diferentes motivos como la virtualidad y el aislamiento. Esto concluyó en un movimiento enorme donde las familias totalmente preocupadas por la salud integral de sus hijos e hijas salieron a la calle a exigir la vuelta a la presencialidad en las escuelas. Fue en gran parte gracias a la pelea que dieron miles de familias y docentes que la Ciudad fue la primera jurisdicción del país que logró devolverle la presencialidad a los chicos y chicas, iniciando así un debate mucho más profundo sobre la educación que tenemos que construir.